La saga del astro del tenis Novak Djokovic esta semana en Australia es apenas una de muchas en la era de la pandemia. En la polémica sobre vacunarse o no, los deportistas profesionales que se han negado a vacunarse se han vuelto los protagonistas indirectos de una competencia mucho mayor, como los rostros famosos que se han vuelto los elementos simbólicos en las batallas culturales sobre las vacunas contra el coronavirus.
En la NBA, Kyrie Irving se perdió los primeros meses de la temporada con los Nets de Brooklyn, antes de hacer un regreso parcial. En la NFL, el quarterback de los Packers Aaron Rodgers ha pasado de ser un veterano reverenciado a una figura polarizadora. Y no ha concluido la confrontación diplomática y las consecuencias de la exención dada a Djokovic para jugar en el Abierto de Australia.
Es una cuestión cultural, no de números. La vasta mayoría de los deportistas en el deporte profesional están vacunados — en una proporción mayor que la población estadounidense en general — y tácita o explícitamente han aceptado la evidencia de su inocuidad y eficacia, pero el puñado de atletas de alto perfil que se niegan representa un nuevo frente en lo que un experto llama el “papel sobredimensionado del deporte” en las conversaciones de la sociedad.
“Nosotros miramos al deporte en busca de una respuesta o para aclarar asuntos de la cultura en general”, afirma Robert T. Hayashi, profesor asociado de estudios estadounidenses en el Amherst College en Massachusetts y cuya especialidad incluye la historia del deporte. “Muchas veces, las conversaciones más detalladas que vemos en la cultura y los medios son sobre el deporte”.
Su posición central no se debe necesariamente a que son excepcionales, sino al hecho de que sirven de “avatares” para todos nosotros.
“Ellos son todos individuos diferentes. Tienen enfoques diferentes”, señala Dan Lebowitz, director ejecutivo del Center for the Study of Sport in Society, que estudia la…