Mientras los migrantes haitianos en Estados Unidos viven angustiados ante la inminente llegada de la administración Trump, la situación es aún más dramática para sus compatriotas en la República Dominicana, donde una verdadera crisis humanitaria se desarrolla a un ritmo preocupante.
Un equipo de reporteros del New York Times viajó recientemente a la República Dominicana y Haití para comprobar por sí mismo el trato inhumano infligido a los haitianos por las autoridades dominicanas, con el silencio cómplice de la comunidad internacional.
Los periodistas del New York Times escucharon a muchos de los deportados, algunos de los cuales, aunque nacidos en la República Dominicana, nunca habían pisado suelo haitiano.
Todas las mañanas se repite una escena espeluznante en el paso fronterizo de Elías Piña entre Haití y la República Dominicana: una sucesión de camiones con alambradas, originalmente destinados a transportar ganado, transportan ahora seres humanos en lo que los activistas de derechos humanos describen como una de las campañas de deportación más brutales de la historia reciente del Caribe, según un informe de Hogla Enecia Pérez y Frances Robles para el New York Times, retransmitido por WLRN.
Desde octubre de 2024, la República Dominicana ha deportado a más de 55.000 personas a Haití, con las autoridades estableciendo un ambicioso objetivo de 10.000 deportaciones por semana, revela el New York Times .
Estas estadísticas representan otros tantos destinos destrozados: hombres jóvenes en busca de trabajo, mujeres embarazadas con la esperanza de una mejor atención médica, niños no acompañados atrapados y, lo más trágico de todo, personas que, a pesar de sus orígenes haitianos, nunca han conocido Haití, como comprobaron los enviados especiales del New York Times sobre el terreno.
El aspecto humano de esta tragedia queda patente en testimonios como el de Rose-Mieline Florvil, una joven embarazada de 24 años que llevaba menos de un año viviendo en la República Dominicana. Su relato de las redadas efectuadas al amanecer por los agentes de inmigración, que se limitaron a calificarla de «mujer negra», subraya la clara dimensión racial de esta operación de expulsión. «En mi estado de gestación, la huida era imposible», declaró a los periodistas del New York Times, subrayando la perspectiva histórica de esta crisis migratoria. Para comprender la situación actual, es esencial examinar la compleja y a menudo tumultuosa historia de estas dos naciones que comparten la isla de La Española, señalaron los reporteros del diario estadounidense.
A los corresponsales del New York Times les llamó la atención el hecho de que los dominicanos concedan más importancia a su distinción de Haití que a su emancipación de la colonización española, que dominó su territorio durante casi tres siglos.
Esta perspectiva histórica toma un cariz especialmente trágico cuando recordamos la masacre de 1937, durante la cual las fuerzas dominicanas, bajo las órdenes del dictador Rafael Trujillo, orquestaron el asesinato de miles de haitianos. Las actuales autoridades dominicanas parecen mantener una relación ambigua con este sangriento legado, como demuestra la simbólica elección del presidente Luis Abinader de anunciar su campaña de deportación el 2 de octubre de 2024, fecha del 87º aniversario de la masacre. Esta inquietante coincidencia no ha escapado a la atención del Ministerio de Asuntos Exteriores haitiano, como señala el New York Times, que también analiza la evolución del marco jurídico de la inmigración haitiana a la República Dominicana. El diario recuerda la polémica decisión de 2010, cuando la República Dominicana enmendó su Constitución para abolir el derecho a la tierra para los hijos de inmigrantes indocumentados. Esta enmienda se amplió en 2013, cuando el Tribunal Constitucional decidió aplicar esta medida con carácter retroactivo, privando así de la nacionalidad a decenas de miles de personas nacidas en suelo dominicano de padres haitianos, en flagrante violación del derecho internacional.
Bridget Wooding, experta en inmigración en Santo Domingo, describe las dramáticas consecuencias de esta política: «El perfil racial permite ahora detener y expulsar a personas de su país de nacimiento. Esta situación ha creado una generación de individuos que, a pesar de haber nacido y vivido en la República Dominicana, viven bajo la amenaza constante de ser deportados a un país que les es completamente ajeno».
La crisis actual
La intensificación de las expulsiones por parte de la República Dominicana se produce en un momento especialmente crítico de la historia de Haití.
Desde el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse hace más de tres años, Haití se ha sumido en una espiral de violencia sin precedentes. El balance ha sido catastrófico, con más de 12.000 víctimas de la violencia de las bandas, mientras que casi 800.000 residentes se han visto obligados a abandonar sus hogares. Como señala el New York Times, el sistema sanitario es un caos y la ausencia de dirigentes electos paraliza cualquier intento de reconstrucción nacional.
Ante esta situación, las autoridades dominicanas, encabezadas por el Presidente Luis Abinader, afirman, según el New York Times, que su país no puede seguir actuando como refugio de los problemas de Haití. Señalan una presión insostenible sobre sus servicios públicos:
- La proporción de partos de madres haitianas en hospitales públicos ha pasado del 24% en 2019 al 40% en octubre de 2024.
- La educación de unos 147.000 escolares haitianos representa un coste anual de unos 430 millones de dólares.
- El sistema sanitario público se enfrenta a una creciente demanda por parte de los migrantes haitianos.
Preocupación por los derechos humanos
Las organizaciones de derechos humanos han identificado múltiples violaciones en el proceso de deportación, entre ellas :
- Violencia física y palizas a los deportados.
- Acoso verbal y discriminación racial.
- Expulsión ilegal de residentes legales e incluso de ciudadanos dominicanos de origen haitiano.
- Separaciones familiares forzosas.
- Deportación de menores no acompañados.
La historia de Eduardo Moxteya Pie, de 29 años, nacido en la República Dominicana de padres haitianos, ilustra estos abusos. A pesar de las pruebas de que había perdido su documento de identidad dominicano, fue detenido cuando salía de su granja y deportado a Haití. Ahora vive refugiado en un país que le es completamente ajeno.
Los incidentes con menores son especialmente alarmantes. Un niño de 11 años fue detenido durante una operación de inmigración de madrugada, mientras que un adolescente de 17 años denunció haber recibido un disparo en la pierna por parte de un agente dominicano durante una intervención en su domicilio.
Reacción internacional y postura dominicana
La República Dominicana se enfrenta a críticas internacionales por su política de expulsiones. En respuesta, Roberto Álvarez, Ministro de Asuntos Exteriores, refutó categóricamente las acusaciones de racismo y xenofobia, declarando: «Esta práctica es común a todos los países sin que se les acuse de tales actos». Señala la falta de apoyo internacional, que ha dejado a su país solo en la gestión de la crisis haitiana.
Los funcionarios dominicanos sostienen que sus acciones vienen dictadas por la necesidad y no por elección. Señalan la considerable presión sobre sus infraestructuras públicas y la insuficiencia del apoyo internacional ante la desestabilización de Haití. Según Pelegrín Castillo, vicepresidente del partido Fuerza Nacional Progresista: «En ausencia de responsabilidad internacional, no nos queda más remedio que proteger nuestros bienes, nuestro territorio, nuestra nación y nuestra identidad».
El impacto humanitario
Las consecuencias humanas de esta crisis son devastadoras. En el Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados, cerca del paso fronterizo de Elías Piña, los trabajadores sociales se ven desbordados por la afluencia de deportados en busca de ayuda. El caso de José Alberto de los Santos, de 17 años, perfecto hispanohablante que se considera dominicano, ilustra esta tragedia: detenido mientras trabajaba en un garaje, ahora se encuentra atrapado en un país que le es ajeno.
El caso de Rose-Mieline Florvil pone de manifiesto los dilemas insuperables a los que se enfrentan muchas personas que han sido deportadas. Incapaz de regresar a su barrio de Puerto Príncipe debido a las garras de las bandas, sobrevive vendiendo agua cerca de la frontera. Su desgarrador comentario – «Si tuviéramos un presidente que gobernara nuestro país, no creo que Luis Abinader nos tratara hoy con tanto desprecio» – revela el profundo vacío institucional que hace posibles estas situaciones.
Implicaciones económicas
Mientras las autoridades dominicanas insisten en la carga financiera que supone la acogida de migrantes haitianos, los especialistas subrayan su contribución esencial a la economía dominicana, en particular en la construcción y la agricultura. La comunidad haitiana en República Dominicana probablemente se ha duplicado desde el último censo oficial, que contabilizó alrededor de 500.000 personas en 2017, lo que demuestra su considerable contribución a la mano de obra.
Perspectivas de futuro
La situación actual en la frontera dominico-haitiana representa una compleja maraña de antagonismos históricos, cuestiones políticas contemporáneas y preocupaciones humanitarias. Mientras la República Dominicana hace valer su soberanía sobre la frontera y la protección de sus recursos, los procedimientos utilizados y el calendario de estas expulsiones masivas suscitan serias preocupaciones en cuanto al respeto de los derechos humanos.
Esta crisis pone de manifiesto la urgente necesidad de una intervención internacional en Haití y de un enfoque más concertado de la gestión de la migración en la región del Caribe. Sin esta movilización, es probable que el número de víctimas sea aún mayor, y que las poblaciones vulnerables paguen el precio de los fracasos políticos y los resentimientos históricos.
Este artículo se basa en un reportaje especial de Hogla Enecia Pérez y Frances Robles para The New York Times, publicado por WLRN el 9 de diciembre de 2024.
Puede leer el artículo del New York Times publicado por WLRN haciendo clic en el siguiente enlace .