Si no fuera un episodio pintoresco, el dato de la periodista María Seoane que firmó, en la misma semana, dos cartas –una escrita por intelectuales afines a Alberto Fernández y otra firmada por intelectuales “K”, una respuesta crítica a la primera– sería una cosa seria. No sé en qué quedó el caso, ni cuáles fueron las razones o el trasfondo de ese paso doble, pero la anécdota es reveladora de un tema actual y muy vigente: el carácter dual, desdoblado, duplicado del campo político.
Sin embargo, o precisamente por eso, el asunto de las dos cartas es la unidad. La unidad en el desdoblamiento, la unidad en lo múltiple. La primera, “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, instala el problema de la unidad en un contexto inédito de precariedad e inestabilidad. Me hace acordar a ese experimento (¿la máquina de Galton?) donde muchas bolas, expuestas a la caótica aletoriedad de las fuerzas, terminan reunidas en el centro, en la media, formando una campana. La unidad es una especie de contingencia, pero una contingencia parcialmente motivada por el contexto de polarización y de peligro inminente: la ultraderecha, la pandemia, la guerra, el verdadero caos.
La segunda, la carta de los llamados…