La más poderosa de las dos grandes luminarias creadas por Dios en los primeros días de la creación fue el sol, esa luz natural que ilumina y calienta nuestro planeta azul y que es casi indispensable para la vida en la tierra. Su entusiasmo, su calidez, su encanto son tales que provocan el asombro de poetas como Alphonse de Lamartine (Himno al sol), Charles Baudelaire (Armonía de la tarde) y Paul Verlaine (Atardecer), hasta el punto de que este último escribió en su colección Las flores del mal:
“Un corazón tierno, que odia la vasta y negra nada,
¡Del pasado luminoso recoge todo vestigio!
La mayor luminaria tiene múltiples virtudes, puede ser considerada como un medicamento contra el retraso en el crecimiento gracias a su capacidad de producir en la piel el precursor de la vitamina D, también es un antiséptico por su capacidad de matar microbios, un antihipertensivo y un antiestrés natural gracias a la secreción de endorfinas, una hormona del bienestar. El sol es también un elemento importante y esencial en el ciclo del agua, asegurando su renovación. Se compone de varios tipos de radiaciones que van desde lo visible a lo invisible, como el ultravioleta A, B, C, los rayos gamma y los infrarrojos.
Con el efecto invernadero y la consiguiente destrucción continua de la capa de ozono, los beneficios del sol tienden a eclipsarse. El efecto invernadero, por analogía con el invernadero, es por tanto el fenómeno que atrapa los rayos del sol que vienen a calentar la tierra, lo que a su vez se convierte en un factor determinante del calentamiento global. En algunas partes del mundo (entre los trópicos de Cáncer y Capricornio), las temperaturas se acercan a los 40-50 grados centígrados, por lo que el sol es visto como una amenaza a pesar de sus beneficios.
Mientras que los rayos ultravioleta C no llegan a la tierra, los rayos ultravioleta A y B, los más peligrosos, nos llegan en cantidad, independientemente de las estaciones. El ultravioleta B, que es el más cancerígeno, es bloqueado por el vidrio y está en su punto máximo entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde, mientras que el ultravioleta A, que atraviesa el vidrio, está presente todo el día. Los rayos infrarrojos son responsables del calor que se siente y refuerzan los efectos nocivos de los rayos ultravioleta A y B.
Si el sol es beneficioso para algunos, también es una pesadilla para muchos, sobre todo para quienes padecen enfermedades sensibles al sol, como lupus, xeroderma pigmentoso, dermatomiositis, lucidez, urticaria solar, etc. ….
Para entender los efectos nocivos del sol en la piel, basta con comparar la piel de la cara con la del abdomen (barriga) o la del muslo y se verá que, paradójicamente, envejecemos primero en las zonas expuestas al sol. Para contrarrestar sus efectos nocivos al tiempo que se obtienen sus beneficios, es importante protegerse de sus rayos cancerígenos. La protección solar se ha convertido en algo obligatorio, independientemente de la edad, la ubicación geográfica, el sexo y la raza. Los niños pequeños son especialmente sensibles a los rayos ultravioleta, y necesitan la máxima protección porque el daño de los rayos solares en su piel es mucho más grave debido a la capacidad de su piel para absorberlos. Según R.P. Gallagher et al (1995), el cáncer de piel está relacionado con el tono de la piel, pero también con la exposición al sol. Dicho esto, cuanto más claro sea uno, de forma natural o artificial (uso de agentes despigmentantes), más protección se necesita. Por supuesto, tener la piel blanca es un riesgo mayor que tener la piel negra, aunque la melanina no sea una carta blanca para la exposición al sol. La protección solar es aún más necesaria si tienes muchos nevus (envidia, lunar o marca de nacimiento) con diámetros superiores a 6 mm.
Las profesiones de la construcción, como los carpinteros, electricistas y técnicos de obras públicas en general, requieren la máxima protección solar.
Pero, ¿cómo protegerse? Hay al menos tres (3) formas. En primer lugar, es necesario evitar los rayos del sol para quienes padecen enfermedades sensibles al sol (fotosensibles), la fotoprotección vestimentaria, que consiste en protegerse con ropa, especialmente de poliéster, y la fotoprotección medicinal, que consiste en aplicar cremas, lociones, sprays o pastillas que bloquean los rayos del sol y sus efectos. El maquillaje también debe desdramatizarse porque también forma parte de una buena protección, pero los productos deben elegirse cuidadosamente según el tipo de piel.
Según Boyd & al (1995) y Hannaycome & al (1990) los protectores solares son capaces de prevenir los efectos del fotoenvejecimiento y del cáncer de piel. Una de las dificultades para utilizar los protectores solares es su precio. ¿Cómo se le puede pedir a un técnico de la construcción que se compre un protector solar que vale una cuarta parte de su sueldo? A falta de protectores solares, los empleados pueden optar por la protección de la ropa, aunque hay que tener en cuenta la naturaleza y el tipo de ropa. Es difícil saber qué dosis de luz solar puede causar cáncer, pero es cierto que la absorción de los rayos ultravioleta es diferente de un individuo a otro y que la dosis es acumulativa. Es necesario realizar estudios entre los trabajadores al aire libre para determinar los daños y riesgos causados por el sol, a la vez que se reclama más protección para ellos. La falta de estudios sobre los riesgos cancerígenos de los rayos del sol en la piel negra es evidente, pero los negros no están exentos del melanoma, la forma más cruel de cáncer de piel. Educar a un empleado ignorante sobre el riesgo al que se enfrenta es, ante todo, una responsabilidad cívica, y exponerlo sin avisar debe ser también un delito. Esta es la ética de la responsabilidad de Weber.
En conclusión, la protección solar es necesaria para todo el mundo, y lo es aún más si en tu familia se han dado casos de cáncer de piel, si trabajas al sol, si utilizas cremas o jabones despigmentantes, si tu fototipo es claro o si padeces alergias solares. Saber qué tipo de protección necesita una persona es tarea de un dermatólogo que analizará el fototipo, los riesgos, la medicación, la ocupación y decidirá qué protección es la más adecuada.
El sol, aunque es importante para el equilibrio de nuestro planeta, es el enemigo número uno de nuestra eterna juventud, de nuestra salud en general y de nuestra piel en particular. Así que empieza hoy mismo a ponerte protectores solares o ropa adecuada y tendrás una piel menos dañada por los rayos del sol aunque exista un gran dilema sobre los protectores solares, entre proteger tu salud o el medio ambiente porque son perjudiciales para los corales. Continuará.
Roldan Célestin, dermatólogo, profesor de dermatología y enfermedades venéreas, especialista en salud comunitaria, máster en población y desarrollo.