“Un tonto tira una piedra a un pozo y cien sabios no pueden sacarla”, es una expresión popular persa que subraya las consecuencias duraderas que tienen para el resto de la sociedad las acciones realizadas por personas indoctas o inexpertas.
El gobierno de Biden está canalizando esta máxima -con el ex presidente Trump como el “tonto” y el acuerdo nuclear con Irán de 2015 como “la piedra”- como su respuesta para explicar por qué las cosas han ido de mal en peor en la política de Irán bajo el mandato del presidente Joe Biden a pesar de su promesa de un enfoque “más inteligente”.
Al margen de una conferencia en Roma el pasado octubre, Biden culpó a su predecesor del estancamiento de las negociaciones y de los avances nucleares de Irán. “Seguimos sufriendo las muy malas decisiones que tomó el presidente Trump de retirarse del JCPOA”, dijo, utilizando el acrónimo del acuerdo de 2015, el Plan Integral de Acción Conjunto. Menos de dos meses después, el secretario de Estado, Antony Blinken, amplió esa valoración diciendo que “estamos donde estamos por lo que considero una de las peores decisiones tomadas en la política exterior estadounidense en la última década, que fue salir del acuerdo nuclear con Irán”.
Aunque el expresidente puso fin a la participación de Estados Unidos en el JCPOA el 8 de mayo de 2018, la enemistad de la República Islámica con Estados Unidos es muy anterior a esta decisión. Además, los principales vectores de la escalada iraní desde 2018 -nuclear, misilística, regional, marítima y cibernética- han sido todos ellos áreas problemáticas en el pasado y son los que la convierten en una amenaza tan descomunal. No son agresiones nuevas que Irán haya decidido desarrollar o emplear, como alegó incorrectamente hace días la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Si se considera que el problema es el aumento de los niveles de enriquecimiento de uranio de Irán después de 2018, el aumento…