«Escuchad hoy la voz del Señor que os llama, no endurezcáis vuestros corazones». Con esta inspirada cita de la Epístola a los Hebreos, la Conferencia Episcopal Haitiana (CEH), la asamblea que reúne a todos los obispos haitianos, se dirigió a la nación en una declaración emitida en Puerto Príncipe el 15 de noviembre de 2024.
En este comunicado de dos páginas, emitido el día de la celebración de San Alberto Magno, eminente obispo y Doctor de la Iglesia, los prelados católicos de Haití expresan su profunda preocupación por la agitación política y la creciente inseguridad que desgarran el país.
Señalan la escalada de actos violentos en muchas zonas. «Una vez más, alzamos nuestras voces para implorar la paz y la unidad en el corazón de nuestra nación», afirman los representantes eclesiásticos.
Subrayaron que su vocación profética de obispos les obliga a condenar la violencia que asola el país y causa inmensos sufrimientos. Estas acciones, señalan, están provocando la muerte de muchos inocentes y obligando a innumerables familias a huir de sus hogares. «Muchos ciudadanos se ven obligados a desplazarse, abandonando sus hogares», deploran los siervos de Dios.
Derechos fundamentales violados
Los obispos católicos señalan que estas circunstancias están generando una profunda ansiedad entre la población. «En este momento, muchos de nuestros hermanos y hermanas viven en un terror constante. Se ven privados de sus derechos fundamentales, en particular del derecho a la seguridad, a la libertad y a la circulación», señalan con angustia.
Constatan que esta inseguridad aísla a Haití del resto del mundo. La capital está paralizada, las escuelas cerradas y la actividad económica completamente parada, lo que hace la vida insoportable para la mayoría de la población.
Una situación intolerable.
Las autoridades religiosas consideran crucial rechazar de plano esta alarmante situación. Según su análisis, estas circunstancias son el resultado de acciones que contravienen fundamentalmente el designio divino y la dignidad inherente a todo ser humano. Esta espiral de violencia no hace sino acentuar el sufrimiento de una población ya duramente golpeada por considerables dificultades económicas y sociales.
«Ante estas tragedias humanas, no podemos permanecer como espectadores pasivos», afirman con convicción. Subrayan con firmeza que el uso de la violencia nunca puede ser un vehículo para la paz ni una solución a los retos actuales. «La paz nunca puede surgir de la violencia», declaran, al tiempo que reafirman que la paz es un don divino que requiere el compromiso activo de todas las personas de buena voluntad. Esta reflexión hunde sus raíces en las enseñanzas del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica Romana.
Una llamada a la responsabilidad
Los Obispos hacen un llamamiento enérgico a las autoridades políticas haitianas, instándolas a tomar medidas decisivas para restablecer el orden público, garantizar la seguridad y asegurar la protección efectiva de los ciudadanos. Subrayan la urgencia de restablecer la autoridad del Estado y de trabajar por la reconciliación nacional.
También se dirigen a todos los protagonistas de la crisis, tanto armados como no armados, así como a los representantes de la sociedad civil, pidiéndoles que reconozcan lo insostenible de la situación actual. «Es imperativo concebir un modo de gobernanza capaz de frenar esta violencia endémica», subrayan.
Señalan que el destino del pueblo haitiano está gravemente amenazado y que hay que hacer sacrificios importantes para encontrar una solución duradera a la crisis. En su visión, cada haitiano debe invertir en la construcción de la paz, renunciando a todo sentimiento de odio, venganza o división.
Aliento a los fieles
Los obispos instaron a la comunidad cristiana a mantener la esperanza. «Que vuestra fe en Dios os inspire a trabajar colectivamente para construir un futuro arraigado en la justicia, el respeto y la protección de la vida para todos», se dirigen a los fieles.
También hacen llegar su más sentido pésame a las familias enlutadas por estos trágicos sucesos, así como a los heridos y desplazados. Se comprometen a tener presentes en sus oraciones a las víctimas e imploran la gracia divina para que les dé fuerza y consuelo.
Una conclusión esperanzadora
«Mantengan su esperanza inquebrantable, perseveren en la oración y permanezcan unidos en Dios», concluye el mensaje. Los eminentes representantes de la Iglesia, entre ellos monseñor Max Leroy Mésidor, arzobispo metropolitano de Puerto Príncipe y presidente de la CEH, monseñor Désinord Jean, obispo de Hinche, monseñor Joseph Gontrand Décoste, obispo de Jérémie, y el cardenal Chibly Langlois, obispo de Les Cayes, exhortaron a todos los haitianos a trabajar por un futuro prometedor. Que Dios bendiga a Haití», concluyeron.