El drama de la inmigración obliga a ambos países a abandonar sus respectivas agendas internas y afrontar un pacto que la regule.
La agenda bilateral de México y Estados Unidos se compone de muchas urgencias, ya que la migración no determina la relación cotidiana entre ambos países. La crisis en la frontera, donde las autoridades estadounidenses retienen a más de 7.000 personas cada día, se ha vuelto insostenible y está llevando a Washington a definir sin más demora un marco regulatorio, para lo cual necesita a México. Y mientras Donald Trump lo ha hecho por la vía de los impuestos, Biden quiere negociar una solución con su homólogo, Andrés Manuel López Obrador.
Encontrar un acuerdo no será fácil, empezando por las dudas de la Casa Blanca. La administración demócrata tenía previsto retirar a finales de mayo el Título 42, una normativa aprobada por Trump en plena pandemia que permite las deportaciones rápidas por motivos de salud. Los republicanos han utilizado el impulso de la inmigración como bandera para tratar de desacreditar a Biden y amenazar con llevar el tema al Congreso demócrata, pero el propio Biden fue en su día partidario de mantener la herramienta.
Al mismo tiempo, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se enfrenta a este fenómeno con una serie de frentes abiertos con la administración estadounidense. En los últimos días, los dos líderes han hablado por teléfono y el Secretario de Estado Antony Blinken ha recibido la visita del Ministro de Asuntos Exteriores mexicano Marcelo Ebrard. Acordaron un plan conjunto para ofrecer oportunidades de empleo en Centroamérica y abordar así las verdaderas causas estructurales de la migración.
En cuanto al triángulo norte de esta región, del que parten la mayoría de los migrantes, además de decenas de miles de compatriotas haitianos o cubanos, el presidente mexicano visitó Guatemala, El Salvador, Honduras y luego Cuba. Lo hizo con la promesa de reforzar la protección de la frontera sur, sabiendo que lo que ocurra allí se extenderá tarde o temprano a la frontera norte. Pero antes de la visita, López Obrador también lanzó un dardo a Estados Unidos, criticándolo por enviar millones de dólares en ayuda a Ucrania cuando aún no ha autorizado la inversión de 4.000 millones de dólares en Centroamérica.
Probablemente el mensaje estaba destinado más a sus propios partidarios que a ser útil en una estrategia diplomática. Pero el drama diario de la crisis migratoria para cientos de miles de personas está obligando tanto a México como a EE.UU. a aparcar sus agendas domésticas y agilizar un acuerdo migratorio lo antes posible.