Sede del Partido Comunista Italiano
En abril de 1982, tras 150 años de reclamos argentinos, la histórica Cuestión Malvinas (1) tuvo un giro inesperado. Luego de un fuerte intercambio de acusaciones en las negociaciones diplomáticas por la disputa territorial, la sorpresiva Operación Rosario permitió la recuperación temporal del territorio en disputa, generando un fuerte impacto nacional e internacional.
En el epílogo de la dictadura militar, en una decisión anunciada e inesperada al mismo tiempo, los jerarcas de las fuerzas armadas organizaron un operativo conjunto para la recuperación de los archipiélagos y las áreas marítimas circundantes. Aunque en años precedentes los discursos castrenses sobre Malvinas sumaban menciones a la posibilidad de la recuperación por cualquier medio, ese accionar sorprendió a propios y extraños, dada la total asimetría de recursos, la crítica situación política de la Administración de Margaret Thatcher (que podría prever una reacción militar para salvar a su gobierno) y que el foco de la dictadura en materia territorial se encontraba en las islas australes, en disputa con Chile. El resultado de dicha decisión fue desastroso, una irresponsable aventura militar que, como bien lo señala el Informe Rattennbach (2), se llevó a cabo sin la preparación necesaria para un enfrentamiento de semejante magnitud.
La sordera del albañil
La dictadura militar –acorralada por una activa sociedad civil que luchaba contra la represión y que enfrentaba un fuerte rechazo popular por la debacle económica- apeló con cinismo oportunista a un último recurso para obtener el apoyo popular: la Causa Malvinas.
Aunque la gran mayoría de los líderes políticos y sindicales (3) apoyaron la aventura militar, hubo episodios paradójicos, de simultáneo rechazo a la Junta Militar y apoyo a la recuperación de la integridad territorial. El más significativo, quizás, fue la marcha de la Juventud Peronista porteña que el 2 de abril se…