Alguien ha observado lo que considera una contradicción en mis entrevistas con personalidades de la “comunidad internacional”.
Ha observado con precisión el número de veces que formulo la pregunta: “¿Por qué los países que se dicen amigos de Haití no hacen algo para ayudar a sacar al país de este caos sin precedentes?”. Para él, esta pregunta es una invitación directa a las grandes potencias para que interfieran en los asuntos internos de Haití. También hizo hincapié en este leitmotiv: “Los haitianos deben ser los únicos que resuelvan el problema de Haití”.
Entendemos su comentario.
Hacia una nueva transición: la esperanza de una última “injerencia” de la comunidad internacional
En circunstancias normales, los ciudadanos de un país que goza de plena independencia se armarían de valor y resolverían ellos mismos los problemas del país, costase lo que costase. En realidad, la situación es muy diferente para Haití en estos momentos.
Recuerdo que el Presidente Alexandre Boniface habló de Haití como un Estado independiente bajo supervisión internacional. Cuando esta idea viene de un Presidente de la República, tiene todo el sentido del mundo.
Para comprender mejor la situación actual del país, utilicemos lo que yo llamo el ejemplo del “secuestrador ilustrado”, sin querer despertar los recuerdos atroces de las víctimas de la industria del secuestro.
Hace muchos años, un grupo de secuestradores entró en nuestra casa. Ataron a todo el mundo y se llevaron todo lo que consideraron valioso. Peor aún, se instalaron en la casa e hicieron creer a los vecinos que eran amigos o incluso familiares que habían venido a ayudar. Peor aún, entablaron una extraña relación con algunos de los residentes, que acabaron convenciéndose de que los delincuentes actuaban en su propio interés.
Después de llevarse todo (un rescate estimado hoy en más de 22.000 millones de dólares, el robo de nuestras reservas de oro, la destrucción de nuestra producción nacional, por citar sólo algunos ejemplos), los secuestradores cierran herméticamente las puertas, se quedan con las llaves y prenden fuego a la casa.
Sólo entonces los habitantes de la zona y algunos de los residentes de la casa se dieron cuenta de que los “buenos amigos” eran en realidad ladrones y delincuentes, criminales notorios con una agenda muy concreta: empobrecer a una familia generosa y apóstol de la libertad.
Encerrados en la casa, los vecinos sólo pueden pedir ayuda a quienes tienen las llaves: los secuestradores. A menos que un vecino tan poderoso y armado como los secuestradores venga a ayudarles a recuperar la llave, ahuyentar a los ladrones y empezar a apagar el fuego.
Si este vecino poderoso aún no se presenta, debemos solicitar con tacto la colaboración de los delincuentes para evitar que ocurra lo irreparable.
Este ejemplo nos ayuda a comprender nuestro planteamiento cuando hablamos de la contribución de la comunidad internacional a la resolución de la grave crisis del país.
Algunos países de esta “comunidad internacional” están en el origen de nuestras desgracias. Saquean nuestros recursos y contribuyen al ascenso de dirigentes incompetentes y corruptos.
La elección de René Préval frente a Leslie Manigat, de Joseph Michel Martelly frente a Myrlande Manigat y el nombramiento del último Primer Ministro, Ariel Henri, son ejemplos de la implicación de la comunidad internacional en nuestra angustia actual.
Volvamos a la situación actual del país.
¿Desde cuándo sectores de la vida nacional proponen la formación de un consejo presidencial para dirigir el país tras el asesinato de Jovenel Moïse?
¿No lo querían los amos de Ariel Henri? Ahora que la situación del país se deteriora debido a las actividades de las bandas (ya sabemos cómo se formó esta coalición de bandas), aceptan la formación de un consejo presidencial, pero con sus propias condiciones de participación.
¿Actúan esta vez los blancos de buena fe? Es dudoso.
Las numerosas declaraciones de diplomáticos que han servido en Haití, como Daniel Foote y Pamela A. White, bien podrían servir de ejemplo para demostrar la mala fe de los colonizadores. También podríamos citar las declaraciones del ex embajador de Estados Unidos en Sudáfrica, Patrick Gaspard, que no es un simple nombre en la escena política estadounidense. De hecho, fue director ejecutivo nacional del Partido Demócrata.
Cuando los propios agentes del sistema empiezan a denunciar un sistema que han ayudado a perpetuar durante muchos años en detrimento de Haití, los haitianos tenemos la oportunidad definitiva de tomarles la palabra y arrebatarles la llave de una vez por todas.
Pero para ello debemos actuar con tacto, sutileza y diplomacia, dadas las realidades del momento.
El Colegio Presidencial: dos propuestas para una transición exitosa
A la luz de estas consideraciones, dos acciones del Colegio Presidencial, en mi opinión, son importantes para iniciar esta búsqueda de la reanudación de nuestra autonomía como pueblo y obtener el beneficio de la duda de la población.
1. Después de llegar a un consenso sobre quién presidirá el colegio, los miembros de esta “institución” deberían ponerse de acuerdo para aclamar a esa persona. Sin votación. Esto permitiría proyectar la imagen de un colegio unido por el bien común y al mismo tiempo dar un poco de credibilidad al colegio presidencial.
2. Dadas las prácticas de despilfarro y corrupción en la administración estatal, los miembros del colegio deberían tomar medidas drásticas para enviar un mensaje claro a la población y también a la comunidad internacional. Por ejemplo, el colegio podría decidir no nombrar ministros para dirigir ministerios. Cada miembro del colegio, a excepción del Presidente, sería responsable de supervisar dos o tres ministerios, dirigidos por directores generales con la experiencia y las competencias necesarias, seleccionados mediante concursos organizados por un comité formado por miembros de las universidades del país. También tendrían que prestar juramento ante la nación, comprometiéndose a gestionar con sensatez los escasos recursos del país. Se acabaron los nombramientos basados en conexiones políticas o económicas.
Esta acción nos permitiría demostrar que los dirigentes de la universidad empiezan a allanar el camino hacia una administración en la que la corrupción deje de reinar por una vez. También nos permitiría ser tomados más en serio por nuestros “socios” de la comunidad internacional, que hasta ahora han sido nuestro mal necesario.
El pueblo también debe dar su opinión.
Por una vez, debemos mostrar responsabilidad pidiendo cuentas a nuestros dirigentes. Debemos organizar reuniones periódicas con los miembros del colegio para obligarles a explicar sus actos. Hacer comprender a los dirigentes que no están ahí para servirse a sí mismos, sino para servir al pueblo. De este modo, podremos empezar a esperar ver la luz al final del túnel.
Emmanuel Paul
Periodista
Director General
Red de Televisión del Caribe
correo electrónico: mannypaul@ctninfo.com